El comienzo de la ascensión del CB al C3 fue para mí "una aventura dentro de la aventura". Cada uno mide sus fuerzas con la montaña y a veces la montaña gana. En este caso nosotros quedamos satisfechos con el resultado.
Eran las 16'00 h. del día 15 de julio, cuando aparece Miguel A. Pérez en nuestra tienda a proponernos un "todo o nada":
"Hay 2 días de buen tiempo, 16 y 17, y o se intenta ir a cumbre en 2 días o no hay posibilidad hasta la próxima ventana de buen tiempo". Ahí quedaba eso... Las opiniones de cada uno se suceden, con 3 compañeros en el C2 (Santi, Diego y Alfredo). Los otros 4 que quedamos en el CB (Alberto, Aitor, Martín y yo) sólo podemos negarnos o aceptar el RETO que nos propone Miguel A., subir de noche en una "nocturna non-stop" hasta el C3 (7.100m.) y una vez allí descansar unas horas y subir para cumbre.
Inconvenientes: Alberto, Aitor y yo todavía no hemos dormido en el C3 y no sabemos si la altura hará mella. A favor: Martín viene de cumbre del G2 con lo cual está muy bien aclimatado. Resultado: 4 votos a favor y nos unimos a Miguel, el cual ya ha reclutado a Joao García, que además viene del Makalu muy bien aclimatado.
Al final de la tarde deciden comenzar la marcha Miguel, Joao y Aitor, quedándonos en el CB, Albelto, Martín y yo, descansando y más bien entre nervios, sopesando la decisión tomada. Comienza la marcha... tras una copiosa y abundante cena (nos llevamos en un termo una espaguetada con carne de lujo) comenzamos la nocturna Martín, Alberto y yo. Encontramos con facilidad los hitos por el glaciar de noche, nos ponemos los crampones, casco y arnés en el depósito a pie de vía y a subir. Me sorprenden mis compañeros: Alberto, más cargado que yo, no lleva ni arnés, no usa las cuerdas y sube con una velocidad y agilidad pasmosa por el hielo sin sentirse siquiera el ruido de las puntas de sus crampones, ni de su piolet, es pura técnica; Martín, el cual viene del G2 con un dedo del pie muy mal, no conoce ni la vía ni nada y sube y sube encaramado a la pared sin encordarse ni nada y de noche. Yo sonrío para mis adentros, es la 4ª vez que subo por aquí y sigo teniéndole un respeto bestial a estas pendientes, ellos van levitando por el hielo sin esfuerzo, sin sentir el golpear del metal en el duro hielo.
Tras las primeras pendientes, nos sorprende una grandiosa avalancha en mitad del glaciar que tenemos a nuestra espalda durante la subida. Nos quedamos parados, estamos trepando en roca y sin guantes, por un momento una oleada de aire frío nos sacude y quedamos los 3 blancos de pies a cabeza.
Ya una vez la ruta se abre y llegamos a las pendientes que conducen al C1, me paro porque me tengo que parar a disfrutar de la noche. Será la 1'00 de la madrugada del día 16, la luna llena lo ilumina todo, Venus brilla majestuoso, le doy las gracias a Alberto por esperarme y le obligo a que mire hacia el K2, su próximo objetivo, es en esos momentos una pirámide blanca que te hace un nudo en el estómago de sólo imaginar poder estar allí arriba.
La ascensión continúa, el momento más duro es el amanecer, sobre las 5'00 de la madrugada el frío hace mella en nosotros, no nos sentimos los pies, llevamos desde las 12'00 de la noche sin descansar, paramos, tomamos un sorbo de té y compartimos unas chocolatinas, ya se ven las siluetas de los gigantes que nos rodean y estamos a 2 horas del C2, ya lo tenemos...
Llego al C2 a las 8'00 y me meto en la minitienda de 2 plazas en la que ya están Alfredo, al cual despertó Aitor cuando llegó a la 1'00 de la madrugada, Alberto y yo. Cual sardinas enlatadas, nos apretujamos y abrigamos con los sacos, a esperar que dé el sol en la tienda. Sobre las 10'00 se va Alfredo, junto con Santi y Diego, que suben a montar otra minitienda en el C3 y Aitor, Alberto y yo, nos quedamos a fundir nieve para llevar nuestras botellas y termos llenos.
Martín sube ya con Joao y Miguel porque ellos ya tienen una tienda en el C3. Alberto, Aitor y yo, salimos muy tarde, a las 13'00 h. porque no sabemos si podremos descansar en el C3, preferimos subir ya comidos, bebidos y descansados "por lo que pueda pasar".
Llegamos al C3 sobre las 17'00 h. no sin antes haber dado cuenta de la "espaguetada" que llevábamos en el "TÁPER", de modo que comienza la rutina, coger nieve, fundir nieve, llenar botellas y descansar un rato. Tres personas, con 2 sacos, pies metidos en guantes, manos metidas en los bolsillos de los monos de plumas, cabezas cubiertas con dos gorros... un frío tenaz, atroz.
Aitor y yo, que somos los más normales del trío, le comunicamos a Alberto que no vamos para cima, el frío nos ha entumecido los pies, no seríamos muy útiles en la labor de abrir huella. Alberto, una "locomotora humana" decide que saldrá ya de día para no lesionarse los pies. El resto de las "máquinas", Martín, Joao, Miguel, Babanov y otros rusos, salen sobre las 3'00 del día 17 de julio.
El "non-stop" continúa, no sé cómo pueden. Yo ya he hecho mi trabajo, subir del CB al C3, de 4.900 m. a 7.100m., y ahora me toca quedarme aquí unas horas y aclimatar. A las 7'30 h. sale Alberto, en un par de horas coge al grupo que salió a las 3.30 h. Vemos desde al C3 las 7 figuras avanzar lentamente por los seracs en sombra. Todo es sombra y frío. Aitor y yo seguimos durmiendo hasta las 9'00 h. cuando comenzamos a calentarnos los pies para ponernos las rígidas y heladas botas para salir de la tienda y comenzar la bajada al CB.
Sigo mirando hacia el grupo que salió, me da miedo por ellos, les espera un duro día, les falta mucho hasta el collado y desde allí a la cima no digamos... Puede que me ponga en su lugar y piense que dentro de una semana tal vez, sea yo la que esté allí, intentando una barbaridad, sacando fuerzas de donde apenas queden, pero ahora son ellos los que me dan pena, el frío que estarán pasando, el sueño, la sed.
No sé cuando fue la última vez que comimos algo que no viniera envuelto en un plástiquito, fue la gran cena del día 15, desde entonces sólo nieve fundida y barritas.
A las 10'00 salimos del C3, Aitor y yo, junto con Santi, Diego y Alfredo, vamos al C2 y allí volvemos a derretir nieve, la lengua se me pega al cielo de la boca, qué sed. Nos quitamos los monos porque ya nos da el sol y cuando nos disponemos a bajar de pronto aparece Alberto. Nos coge allí de milagro. Nos cuenta que se dió la vuelta cuando empezó a dolerle la cabeza. Alcanzó al grupo pero no se sentía con fuerzas para continuar, los efectos de la altura, ya que sus piernas le daban suficientemente.
La bajada fue de cuento de terror. Ya entrado el mediodía esta montaña es una bolera. Piedras que caen por todos lados, golpes que ni el casco ni una cabeza de cemento podrían evitar.
Esta CRÓNICA ES MUY LARGA, pero hoy me encuentro inspirada, tengo el día libre para pensar y escribir y estoy sentada en unas piedras frente al glaciar, contemplando puntitos que bajan del C3 al C2 y que espero que sean nuestros compañeros Martín, Joao y Miguel que tras la cumbre bajan a nuestro campo base.
Todo esto me hace reflexionar bastante. Los días pasan, el plazo se acaba. En esta montaña que tantos consideran fácil, no encontramos su accesibilidad. Este año no hay una línea de cuerdas fijas montada como el año pasado, por ejemplo, lo cual le daba seguridad y facilidad. Este año hay algún que otro cordino mal instalado, pero hay pendientes y medias laderas heladas con un patio (caída) de 2.000m. que te dan un vuelco en el corazón. Por otra parte, te encuentras los primeros 1000m. de subida con hielo malo y piedras sueltas "un peligro" y en cambio desde el C3 al collado (7.600m.) es nieve tan profunda que ningún grupo numeroso se había atrevido a abrir huella, de lo trabajoso que es.
Se acaban los días y nosotros estamos aquí, siento impotencia por haber estado allí arriba y no intentarlo, pero ahora mi misión es comer y dormir para subir la próxima vez a por todas. Mis piernas serán la "apisonadora humana" que otras veces fueron, mi corazón tendrá que funcionar como un reloj suizo en plena forma y mi cabeza tendrá que mantener la seguridad y la fuerza de un guerrero JEDI. Ahí está la montaña, la tengo enfrente, no me da miedo, está ahí para subirla, para disfrutarla.
Ayer, cuando bajábamos Alberto, Aitor y yo, nos sentamos un rato en el C1 a esperar para no tirar piedras a una pareja de mejicanos que bajaba. Ahí sentados como en un nido de águilas, con una pendiente de espanto bajo nuestros pies, veíamos a lo lejos el CB, nuestras tiendas, la seguridad, la "comodidad" y de pronto, sobre nuestras cabezas... nos saluda alguien que venía de no se sabe dónde, volando en parapente. ¿Será posible? Esto es como la fábula del pobre que va cogiendo migajas de pan y se vuelve y observa que otro más pobre coge lo que a él se le cae... Igual, no estamos locos, hay otros más locos que nosotros. ¿Quién será ese que habrá subido al menos a 7.000 m. o 6.500 m. con un parapente sobre su espalda (con lo que pesa) sólo por el placer de sobrevolar este glaciar y esta montaña? ¿Habrá gente más loca que nosotros?
Pero nos sentimos tan privilegiados. Es mucho esfuerzo físico el que requiere estar aquí arriba los tres sentados sobre estas piedras contemplando este paisaje. Pasamos por circunstancias muy especiales, grandes peligros, cambios muy radicales de temperatura, pero nos sentimos felices al vivirlo.
Nuestra seguridad actual se reduce a una pequeña tienda en el CB donde lo tenemos todo. Todo lo que necesitamos para estar aquí alegremente durante 2 meses. Libros, música, ropa y más ropa de abrigo, medicinas y algo de comida "ibérica" para los momentos de bajón. Sólo hay que andar glaciar arriba y encuentras a otros grupos humanos que te dan siempre la bienvenida, porque nunca falta una invitación a un té y siempre habrá conversaciones de montaña.
Bueno amigos/as, tengo mucho más que contar, podría estar aquí dos días sentada escribiendo y describiendo la hermosura del lugar en el que me encuentro. La grandeza de compartir esto con estos maravillosos compañeros con los que estoy. Al final, eso es lo que queda, más que una cumbre, será la experiencia y el entrenamiento que nos está dando esta montaña.
Gracias como siempre por estar ahí, leyéndonos, animándonos y viviendo esta bonita experiencia a través de nosotros.
Un fuerte abrazo,
Lina Quesada.